Arnold Schonberg nació en Viena en 1874 en el seno de una familia de origen judío y murió en Los Ángeles en 1951. Desde pequeño se dedicó al estudio de la Música y Pintura. Formó parte de los miembros de la Academia de las Artes de Prusia, lugar que perdió debido a la terrible legislación nazi que comenzó a perseguir y despedir a los judíos de cargos públicos.
Si bien no practicaba la religión judía con frecuencia, los acontecimientos antisemitas con la expansión del III Reich por Europa, lo acercaron al judaísmo. Logró escapar a los Estados Unidos.
Su obra “Un sobreviviente de Varsovia” (1946) es una especie de recitado cantado que no debe tomarse como un relato histórico del gueto de Varsovia dado que maneja información inexacta. Por ejemplo, menciona cámaras de gas dentro del gueto. De todas maneras, su intención no es enseñar historia sino reflejar su potencial conmemorativo.
La obra expresa el relato y sentir de un sobreviviente del gueto concluyendo con el Shemá Israel como forma de expresar la resistencia judía. La música acompaña con estrecha sincronización los hechos que narra.
“No consigo recordar todo. Debo de haber estado inconsciente la mayor parte del tiempo. Sólo recuerdo el grandioso momento en que todos comenzaron a cantar, como si hubiera estado planeado, la antigua oración abandonada durante tantos años, ¡el credo olvidado! Más no me acuerdo de cómo llegué bajo tierra, a vivir en las cloacas de Varsovia durante tanto tiempo. El día comenzaba como siempre: Toque de diana cuando todavía no había amanecido. ¡Fuera! Tanto si habías dormido como si las preocupaciones te habían mantenido despierto toda la noche. Te habían separado de tus hijos, de tu esposa, de tus padres; no sabías qué les había pasado; ¿cómo podrías dormir? Otra vez las trompetas. ¡Fuera! ¡El sargento se enfurecerá! Salían algunos muy lentamente: los ancianos, los enfermos; algunos con nerviosa agilidad. Tenían miedo del sargento. Se daban tanta prisa como podían. ¡En vano! Demasiado ruido; demasiado alboroto, ¡y no lo suficientemente rápido! El Sargento grita: “¡Atención! ¡En pie! ¿Qué sucede! ¿Acaso tendré que ayudaros con la culata de mi rifle? ¡Oh, bien; si de verdad eso es lo que queréis!”. El sargento y sus subordinados golpearon a cualquiera: joven o viejo, fuerte o delgado, culpable o inocente… Era doloroso oír sus quejidos y lamentos. Los oía cuando fui golpeado fuertemente, tan fuerte que me desplomé. Todos estábamos tirados por el suelo sin poder levantarnos de lo contrario nos golpeaban en la cabeza. Debió de haber permanecido inconsciente. Lo siguiente que recuerdo es a un soldado diciendo: “Están todos muertos”, por lo que el sargento ordenó deshacerse de nosotros. Allí yacía yo seminconsciente. Me había quedado muy quieto – con miedo y dolor. Entonces oí al sargento gritar: “¡A numerarse!”. Y ellos empezaron lenta e irregularmente: uno, dos, res, cuatro “¡Alto!” gritó de nuevo el sargento, “¡Más rápido! ¡Otra vez desde el principio! ¡En un minuto quiero saber a cuántos enviaré a la cámara de gas! ¡A numerarse!” Ellos empezaron de nuevo, primero lentamente: un, dos, tres, cuatro, luego más y más rápido, tan rápido que al final sonaba como una estampida de caballos salvajes, y todos de repente, en medio de todo eso empezaron a cantar el ShemaIsrael: Escucha Israel, El Señor es nuestro Dios, el Señor es único. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, tu alma y todas tus fuerzas. Guarda en el corazón estas palabras que hoy te digo. Incúlcaselas a tus hijos y háblales de ellas siempre que estés en casa, cuando vayas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes”.
Extracto de la obra «Un Sobreviviente en Varsovia»